“En la era actual de la volatilidad, no hay otro camino a elegir que la re-invención. La única ventaja sostenible que puedes mantener sobre otros es la agilidad, eso es todo. Porque nada más podrá perdurar, todo lo demás que crees o que hagas, es replicable.” Jeff Bezos, CEO de Amazon.
Vivimos en el tiempo de mayor crecimiento en avances de todo tipo de la historia, a través del continuo despegue tecnológico y su impacto en el mundo empresarial. La complejidad de los entornos de trabajo, de los recursos disponibles y de los procesos asociados, está en continuo crecimiento, y en la mayoría de los casos avanza más rápido de lo que nos podemos adaptar. La velocidad a la que cambia la sociedad genera una continua volatilidad en productos, servicios y métodos. Como reseña Jeff Bezos, la única solución a largo plazo es aprender a ser ágiles, comenzando por nuestra forma de trabajar, y como meta final, alcanzar una cultura diferente, que permita perdurar en el tiempo independientemente de los cambios externos que ocurran.
¿Por qué lo que antes funcionaba ahora se ha convertido en “torpeza”?
Entendiendo torpeza como el antónimo de agilidad, esta es la consecuencia de muchas décadas de actividad empresarial organizando equipos y procesos pensando únicamente en resolver lo que va surgiendo sobre la marcha. A grandes rasgos, la mayor parte de la actividad del siglo XX en el ámbito interno de las organizaciones ha buscado responder a protocolos, burocracia, jerarquías y proyecciones de datos. La rueda de esta actividad siguió girando en muchos sectores, generando cada vez más limitaciones, requerimientos, papeleos, documentación, etc. En general, esto ha limitado el tiempo verdaderamente productivo, bajo el paradigma de que todas estas labores tienen más valor que el propio servicio o producto.
El concepto de agilidad surgió en el sector de IT cuando estos paradigmas generaron los suficientes conflictos como para que el desarrollo de software fuese tan lento que no respondiera de manera viable a las peticiones de los clientes. En esa época comenzaron a plantearse cambiar “las normas del juego”, para redirigir la forma de generar valor y sus prioridades. Por ello el “por qué” de estas metodologías ágiles, es llevar nuestros entornos de trabajo a una realidad más humana y dinámica, que consiga responder a nuestras expectativas de negocio, a su vez que se dota de equilibrio la manera de alcanzar ese valor. Por eso agile es el camino de vuelta a utilizar el sentido común en la forma de organizarnos y poner en el centro lo verdaderamente importante.
Los promotores de la agilidad, la cultura LEAN y el resto de las metodologías similares, se han centrado en labrar una filosofía, con unos valores que priman la calidad, poner al cliente en el centro, potenciar a los equipos y mejorar la forma de comunicarse. A su vez, se han generado marcos de trabajo que han concretado esa filosofía en una serie de eventos y métodos sistemáticos, que permitan ejecutarla para cualquier entorno de trabajo.
Planteándonos un nuevo escenario
La gran pregunta surge cuando comenzamos a cuestionarnos por qué nunca nos hemos planteado el cambio. Por nuestra experiencia con nuestros clientes, sabemos que no es por falta de ilusión, ni porque los resultados que ofrecen las metodologías ágiles no estén comprobados. En el fondo reside en nuestros planteamientos un cierto temor a lo desconocido con el que estamos cómodos y que nos intentará prevenir de cualquier tipo de cambio, fundamentalmente, porque existe un riesgo que no queremos asumir. Ese riesgo, aparentemente, siempre es mucho mayor haciendo algo nuevo, que no haciéndolo.
Sin embargo, ¿nos hemos planteado seriamente cual es la pérdida real si nos quedamos cómo estamos? Ese escenario significa largas horas de trabajo repetitivo, departamentos que funcionan como un grupo que hace tareas, pero sin verdadero liderazgo ni un auténtico espíritu de equipo, con incertidumbre en la calidad de lo que hacemos, y un compromiso bajo de los empleados, y como esto muchas otras experiencias que podríamos completar cada uno. La cuestión es que la rueda de nuestro paradigma seguirá girando, generando circunstancias insostenibles y, finalmente, no podremos elegir no cambiar. La digitalización ya está entrando de manera inevitable en todos los ámbitos de trabajo, y nuestros competidores la están implementando. En la mayoría de los casos o nos adaptamos, o no sobreviviremos.
La autenticidad de la agilidad es que no solo es una motivación que promete resultados, si no que su germen está enraizado en los problemas auténticos a los que se enfrentan las organizaciones y la sociedad. La prueba está en aquellos que van por delante, que testimonian su efectividad. Ahora depende de cada uno plantearse si dar un paso más o no y, sobre todo, cuando dar ese paso. FeedBackGround está disponible para conversar informalmente y sin compromiso de las posibilidades, y como adaptar la agilidad a tus necesidades. ¿Empezamos?
Si estáis interesados en el uso de la agilidad, os invitamos a seguir leyéndonos en nuestra línea editorial sobre este tema. ¡Os esperamos a todos en nuestra próxima publicación!